Nuestra vida se había reducido a evitar contagiarnos. Mientras tanto, el tiempo pasaba esperando a tener que salir solo para aprovisionarnos de lo básico. El valor de las cosas había cambiado considerablemente. Al principio, la gente recurría al dinero y al trueque de bienes materiales. Luego, a consecuencia del encierro, algunos empezaron a comercializar las claves de sus plataformas de streamin g a cambio de hacerse con una mascarilla. Cuando la red se saturó y las conexiones empezaron a fallar, de poco o nada sirvió tener un smartphone de última generación o la mejor Smart TV del mundo. Poseerlos no te servía de nada, ¡total, no podías salir y tampoco podías conectarte! Netflix, HBO, Disney+ o Movistar cayeron como moscas. Al principio, las acciones de estas se dispararon, la gente se volvió loca y comenzó a consumir contenidos de manera masiva, lo que provocó una revalorización de las acciones en Bolsa. Pero, todo lo que sube como la espuma, lamentab
Madrid, 5 de la tarde, un calor espantoso, pocos son los osados que deciden transitar las calles a esas horas y Martina es uno de ellos, que mientras hace frente al calor que desprende el terrible asfalto con unas dudosas chancletas de Zara de 5€ adquiridas por internet, espera distraída la llegada del autobús haciendo scroll en Instagram, mientras se maldice por llevar esa baratija y decide buscar rápidamente en Amazon unas en condiciones. Por supuesto, es cliente premium, con un poco de suerte, al final de la tarde las tiene en casa, listas para estrenar. Mientras, sus amigas que la esperan en la cafetería, usan el wifi gratuito para ver el último captítulo que les tiene enganchadísimas de la serie de Netflix,( esa la de las cintas de casette). Pero una de ellas presta más atención a su smartphone y desliza frenéticamente su dedo sin parar por la pantalla, viendo el Instagram de una de las influencers del momento, una tal Dulcenoseque, que por lo visto ha subido un nuevo vídeo a y