Ir al contenido principal

Hasta que nos quedamos ciegos






Mírame hasta las entrañas. Mírame con fuego, que me quiero quemar. Mírame y desnúdame el alma, que ya sabes que no me queda más piel que cubra mi intimidad. Mírame con esos ojos claros, infinitos en los que me pierdo. Mírame, devorándome, como si supieras que voy a desaparecer en cualquier momento. No hace falta que digas nada solo deja que ellos hablen por si solos, porque son sinceros, mucho más que tú. Mírame poderoso y haz que tiemble de deseo, porque puedo sentir como tus ojos se clavan en mi piel, y la acarician como si fuera terciopelo. Mírame y sedúceme, como sólo tú sabes hacerlo.


Nunca antes dos miradas habían podido tener tanto con tan poco, hasta que nos quedamos ciegos.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Cosas que nunca te dije

Te fuiste de repente, fue cuestión de pocas horas, aunque era algo esperado, nunca piensas que ese momento se va a materializar. En realidad, nunca se está   preparado para decir adiós para siempre a alguien tan querido.   El adiós fue breve, pero   quedó grabado a fuego en mi   mente, si cierro los ojos, aun lo recuerdo perfectamente. La negación es el mecanismo más fácil al que atenerse, no querer aceptar la realidad y pasar por las cosas de puntillas como si fueras un espectador, y no el protagonista de lo que acontece ante tus ojos.   Y ahora me pregunto por qué no fui capaz de tomar consciencia a tiempo y haberte dicho todo lo que para mí eras y todo lo que representabas. El miedo que sentía era tan fuerte que me paralizaba, primero por dentro, un nudo dichoso en el estomago que te duele infinito, y luego por fuera, creando una fachada de hierro,   porque ese miedo   me congelaba, desconectado mi cuerpo de mi mente y de mis sentimientos.   Tanto que decirte… rec

DESPERTAR....

Lo sé. Lo sabes. Lo sabemos. Duele, pero sobretodo asfixia. Es insostenible que te presentes así sin invitación en mi sueños, lo llevas haciendo ya demasiado tiempo. Ahora que caen las hojas de los árboles, y éstos desnudos se miran entre si, despojados de todas sus caretas,comprendo hasta que punto fuimos las cuatro estaciones del año pero en un solo día, si, con prisa. Como cuando me desnudabas sediento de perderte en mi cuerpo. Fuimos uno, sí; nos fundíamos siempre que lo hacíamos. Perder la identidad tantas veces no puede ser bueno, porque si yo soy tú y tú eres yo, y somos nosotros en uno solo, estamos jugando a poseernos, adueñarnos del otro sin pertenecernos, a cosificarnos, incluso. Siendo como un niño con un su juguete favorito, receloso y egoísta de que se lo quiten. Preferimos rompernos, a compartir. Entregarse sin condiciones, tiene un peaje muy alto que pagar, y créeme que yo sigo pagándolo cada noche.