Abres los ojos, el despertador te acaba de sacar de un sueño esperanzador, de esos que parecen reales, en los que lloras, ríes, sientes las emociones ...te estremeces.
Es curioso,-piensas-, cada vez que últimamente caes rendido profundamente sueñas con personas que formaron parte de tu vida y que ya no están. Compañeros de aventura, de risas o de juergas, personas que en algún momento de tu vida te acompañaron en el camino. Pero cuando aparecen en ellos, personas que son tan importantes para ti como el respirar y que ya no están, te sorprende una sensación que nace muy dentro de tí, se coloca ahí en la boca del estómago, como queriendo salir, una angustia heladora que quieres vomitar pero no puedes, y entonces...te invade la nostalgia. Cierras los ojos y los aprietas fuerte, fortísimo, para volver a ese instante del sueño, para que nadie te lo quite y puedas revivir las miradas, los roces, las sonrisas y hasta te invada el olor de su pelo como si lo estuvieras acariciando suavemente. Pero poco a poco se desvanece todo y solo te queda el recuerdo.
Y cuando vuelves a tu realidad, y comienzas tu rutina, no dejas de pensar en ellos, buscas fotos de momentos felices, las miras y sonríes pero esa felicidad instantánea se derrumba de golpe y solo sientes vacío. Ojala pudieras dormirte ahí mismo y volver a ver nítidamente su rostro y cogerlo entre tus manos como siempre hacías. Pero la realidad te abofetea, y te dices a ti mismo ¡despierta! que siempre podrás volver a tenerlos cerca en tus sueños. No es un consuelo pero ya espero con ganas que llegue la noche.
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